Los desacuerdos en la actividad empresarial, económica y política son inevitables; más aún entre competidores; sin embargo, los verdaderos “grandes” se distinguen de los demás por su sentido ético que supera cualquier tentación, incluso la de hacerle “zancadilla” a su competencia.

La frase más conocida del escritor y estadista fiorentino, Nicolás Maquiabelo, autor de “El Príncipe” es “el fin justifica los medios”; acuñada por muchos miembros de la clase política, grupos económicos y empresariales para así sentirse cómodos y cultos al utilizar cualquier método a su alcance para sacar a la competencia de su camino o al menos propinarle un golpe a su reputación, el bien más preciado de las compañías en la era de la información. En medio de esa competencia despiadada y poco ética de la que no escapan las compañías franquiciantes ni las consultoras de franquicias que son dirigidas por personas, y como tal, se ven permeadas por sus vicios y debilidades; cabe destacar el caso de dos gigantes contrarias en su visión del mundo, de la familia, de la juventud y fieras competidoras en el mundo de la publicidad.

Se trata de las dos bebidas refrescantes con gas con mayor presencia en restaurantes de cadena a nivel mundial y las más posicionadas en el Top of Mind de personas de todas las edades; son ellas también las protagonistas de la llamada guerra de las Colas, desde luego: Coca Cola y Pepsi.

En el año 2006 en el que trascurre esta anécdota empresarial, el secreto mejor guardado de Coca Cola, su fórmula, estuvo en peligro de caer en manos de su competencia, o al menos eso querían lograr tres de los ejecutivos de Coca Cola: Joya Williams, Edmund Duhaney e Ibrahim Dimson.

Quizá estos inescrupulosos empleados no pensaron que las altas esferas de Pepsi reaccionarían como lo hicieron ante la oferta de la fórmula de su eterno rival: llamaron a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) para que se hicieran pasar por ejecutivos de Pepsi y capturaran a los culpables del delito empresarial, quienes en carta enviada a Pepsi firmaban con el seudónimo de “Dick” y les pedían 1,5 millones de dólares por revelar el secreto.

Pepsi demostró con ello, además de que cree en su producto, que se guía por prácticas empresariales éticas y, aunque la guerra de las colas continúa en tiendas y comerciales publicitarios, el respeto de ambas marcas se mantendrá siempre como ha venido siendo, al fin y al cabo, los campeones que quedan en la historia son los que vencen a los mejores respetando las reglas (aún las no escritas): Y es que la diferencia fundamental entre los ganadores y quienes pelean por las migajas del mercado, precisamente el sentido de actuar en consecuencia de valores, una misión y una visión alineados y comunes entre quienes conforman la compañía.

Por eso, señor franquiciado, sepa muy bien a “qué árbol se arrima”, pues esa sombra será la que lo cobije durante esa relación de negocios de las franquicias. Escuche a su franquiciante, observe cómo habla de su compentencia y de los demás franquiciados de su red; así se podrá dar cuenta del tipo de persona que tiene al frente, y muy seguramente, del tipo de valores bajo los que se rige la empresa.

Igual ocurre con los franquiciantes, quienes antes de hacer alianzas estratégicas o encargar la ejecución de su modelo de franquicia a una consultora, deben conocer muy bien su procedencia, ponerse en contacto con las empresas que ya ha franquiciado y escuchar muy bien los argumentos de la consultora, pues en los negocios, como en la vida, los grandes actúan como grandes; por eso ni las ratas ni las hienas le perdonan la vida a los animales que no heridos por sus garras. Son los leones, los reyes de la selva, quienes lo hacen: por eso son los reyes.